Spitz entiende esta relación afectiva y de comunicación instintiva, como una diada de lazos extraordinariamente poderosos (diada madre-hijo) que influirán en el desarrollo y personalidad del niño.
Para él, las relaciones emocionales que se establecen entre la madre y el niño, desempeñan un papel fundamental en el desarrollo evolutivo del infante, y realiza sus estudios en centros de acogida para niños que carecen de lazos de apego, sufriendo conductas que él denomina “hospitalismo” (alteraciones como retraso cognitivo, ansiedad, retroceso del desarrollo, marasmo, alteraciones mentales, e incluso la muerte). Spitz demuestra que esta carencia afectiva produce en el individuo dificultades de relación y socialización en su edad adulta.
A colación de este libro hizo una película-documental llamada “Shaping The Personality” (1953) donde se muestran imágenes de diferentes casos estudiados.
Según Spitz, en el primer año de vida el niño establece las fronteras entre el yo (“the self”) y el mundo ambiente. Esto quiere decir que el niño pasa de no diferenciarse a sí mismo del resto del mundo, a tomar conciencia de su propio yo como algo separado del resto de su entorno, y a partir de ese momento empieza a interactuar con objetos y personas desarrollando su inteligencia.
Así pues, el contacto entre madre e hijo (o la persona de apego del niño), constituirá una ayuda directa en las relaciones con los objetos y será fundamental influencia para la formación del carácter, de la personalidad y del psiquismo del niño.
Este autor recogió en sus estudios diferentes fases en el desarrollo cognitivo del niño:
- Etapa preobjetal o sin objeto: fase indiferenciada entre el yo y el ello, entre lo consciente y lo inconsciente. La respuesta sonriente señala el fin de esta primera etapa de la no diferenciación.
- Etapa transicional: se desarrollan dispositivos de adaptación que le permiten ampliar el terreno explorado. Empieza a transformar sus impulsos en acciones dirigidas. El rostro humano, en especial el de la madre, se establece como el precursor de la respuesta sonriente (Spitz lo llama objeto precursor o preobjeto). Así el niño pasa de percibir solo sus estímulos internos basados en el placer y el displacer, hacia la percepción del estímulo externo. Comienza a formarse un “yo” rudimentario.
- Etapa objetal: el bebé empieza a darse cuenta que a veces la persona que lo cuida y lo protege, se ausenta por períodos, y esto provoca que el niño se angustie. Además se da el llanto ante extraños, lo cual indica que el niño ya distingue a la madre de otras personas. El bebé pasa a percibir y lograr un reconocimiento de objetos inanimados y no solo de las personas. Así pues, el niño efectúa intercambios con el medio e interactúa con los objetos.
De otra forma, si se dan unas relaciones inadecuadas o carentes de apego y afecto, aparecen perturbaciones específicas en el desarrollo del niño.
Spitz habla de patrones de conducta maternos incorrectos (perturbaciones psicotóxicas) en la relación entre madre-hijo como son:
- la franca repulsa primaria.
- la tolerancia excesiva angustiosa primaria
- la hostilidad enmascarada de angustia
- fluctuaciones entre el mimo y la hostilidad
- oscilaciones cíclicas del humor de la madre
- hostilidad conscientemente compensada
- Depresión anaclínica (privación emocional parcial): lloros, pérdida de peso, gemidos, negación al contacto, postramiento, indicio patognomónico, insomnio, tendencia a contraer enfermedades, retraso motor, rigidez facial, etc.
- Hospitalismo (privacion emocional total): si se priva a los infantes durante el primer año de todas las relaciones de objeto por periodods que duren más de cinco meses, darán muestras de los síntmas cada vez más graves de un empeoramiento, que parece irreversible de las características de la privación parcial descritas antes, y aparecía un nuevo cuadro clínico: el retraso motor se hacía evidente por completo; los niños se tornabas pasivos completamente, yaciendo postrados bocarriba. No lograban alcanzar la etapa delc ontrol motriz requerida para darse la vuelta bocabajo. El rostro se tornaba inexpresivo, la coordinación ocular era defectuosa; cuando retornaba la movilidad era en forma de cabeceos espasmódicos en algunos niños y en otros movimientos digitales extraños o temblores y aumentaban las cifras de marasmo y mortalidad. Una importante conclusión de Spitz en este libro, es que existe un rápido empeoramiento de las relaciones maternofiliales a partir del momento en que se iniciaron los avances de la industrialización de la producción. Este cambio abrió el camino para que la madre ingresara en el trabajo de modo que quedó alejada de la familia y de su hogar.Spitz opinaba que el ausentismo de la madre y la desintegración de la forma tradicional de la familia occidental tiene como consecuencia una creciente gravedad en ciertos problemas como la delincuencia juvenil, neurosis y psicosis en la sociedad adulta. Y ante ello creía conveniente la creación de hogares de crianza, servicios de adopción, clínicas infantiles, trabajadores sociales, psiquiatras especializados en las perturbaciones que originamos con nuestra propia civilización.Por otra parte, consideraba que éstas soluciones eran solo paliativas, que no van a la misma fuente del mal, pues los seres humanos carentes de modelo, víctimas de relaciones de objeto perturbadas, serán incapaces de relacionarse o de adaptarse a la sociedad. Los considera lisiados emocionales, pues nunca fueron capaces de lograr las relaciones primeras de todas, las más elementales, que son las relaciones anaclíticas con la madre, por lo que dificilmente podrán comprender y mucho menos descubrir los lazos de múltiples matices de las relaciones sociales. Y termina su conclusión con la siguiente frase:" Infantes sin amor, terminarán en adultos llenos de odio".
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